Azul. Agosto. TAMBOR. Recordó la inocencia con la que hizo la pregunta.
- ¿Por qué el mar es azul?
- Porque refleja el color del cielo en ese momento, que es azul.
Debía tener unos cinco o seis años. Cinco más bien. Es rojo. Fue en enero. Es blanco. La afirmativa respuesta de la profesara Riesco le dejó indiferente, es azul por que se refleja en el cielo, pero, ¡el cielo siempre ha sido azul! Lo aceptó como válido, como tantas cosas que no logramos comprender en algún momento de nuestra vida pero tomamos como axioma. El cascanueces de Clark esconde frutos secos y semillas en escondrijos que son impredecibles para que no puedan ser encontrados por otros animales. Trascurridos varios meses recuerdan la posición de cada uno de ellos. Pueden encontrar hasta mil. Es por el instinto se dice. Cierto. ¿Pero cómo se explica ello?
Recordó el azul grisáceo de la playa de Tambor. Sentado en la arena. Esperando que el sol decidiera poner fin al caluroso día. Lentamente desciende ocultándose tras la montaña que pasa de un verde intenso a oscuro, casi pardo, por su propia sombra. Los tornasolados van tomando el firmamento y los púrpuras y violetas manchan enormes nubes que se deslizan lentamente hacia el mar.
El mar se ha teñido de rojo en el ocaso mientras se siente rozado por el sol en sus últimos destellos. La cresta de las montañas del golfo de Nicoya completa el lienzo. Impresionante.
Qué razón tenía la profesora Riesco.
Septiembre, octubre, noviembre. Añil, verde, gris. Las imágenes fluáin al paso de las hojas. Diciembre. Negro. SANABRIA.
Un golpe seco cerró la tapa naranja de aquel libro. En el centro, un rectángulo blanco con gruesos bordes negros dejaba su espacio para la palabra "HIELO"
Cogió cuidadosamente el libro y se dispuso a dejarlo en su sitio. De repente, se encontró con sorpresa ante una alta librería de madera. Tenía diez baldas. Tres estaban completas y la cuarta con dos libros. El resto permanecían vacías dejando adivinar la pared blanca del fondo.
Cada balda contenía diez libros, perfectamente alineados repitiendo la secuencia:
Blanco. Amarillo, Naranja, Marrón, Rojo, Rosa, Violeta, Azul, Añil y Verde. En la cuarta dos. Blanco y Amarillo. Supo que allí debía dejar el que llevaba en las manos.
Ahora lo recordó. Tenía Alzheimer. Hace unos años se lo diagnosticaron. Rememoró con desesperanza la noticia y sus ojos se inundaron de lágrimas. Sabía que la esperanza de vida era de unos diez años, que sus neuronas se estaban muriendo desconectando su cerebro, dejando escapar toda su información.
Siempre había sido propenso a los despistes, se le olvidaba frecuentemente las llaves, los códigos de las tarjetas, nombres de personas que conocía, y un sin fin de pequeñas cosas cotidianas. Es el estrés del trabajo le decían siempre. Tienes muchas cosas en la cabeza. Más tarde comenzó a olvidar palabras y el nombre de cosas tan simples como una mesa o una silla. Se volvió agresivo e introvertido. Su rendimiento en el trabajo descendió drásticamente al no lograr retener los nuevos procedimientos, olvidando los anteriores. Pasaron varios meses entre baja y baja hasta que al final lo despidieron.
Salió de casa una noche a pasear y fue incapaz de encontrar el camino de vuelta. Dos días después, el camarero del restaurante Sakura, lo reconoció hurgando comida del contenedor de basura. El diagnóstico tardó, quizá porque era demasiado joven. Una vez confirmado, su caída fue acelerándose, con algunos períodos de lucidez desiguales, pero siempre cuesta abajo.
En una de sus frecuentes visitas al hospital encontró una vieja revista científica y leyó con interés un amplio artículo de un congreso que la fundación NAE realizó en la Universidad de Shanghái, en el año 1999.
Le llamó la atención porque en este artículo anunciaba una pequeña luz de esperanza. Al parecer, habían experimentado con ratas lesionadas cerebralmente a las que, implantándoles unos minúsculos electrodos situados estratégicamente en el hipocampo, se lograba la recuperación de pequeñas partes de memoria. Mediante esta descarga eléctrica controlada, reactivaban la secuencia sináptica que daba acceso al control de la memoria.
Estaba
cansado de tantos fármacos. Estos, aparentemente disminuían el proceso
degenerativo de la enfermedad, pero las náuseas y vómitos constantes le amargaban
los pocos momentos de lucidez que tenía.
El artículo
también relataba un sencillo método para
almacenar los recuerdos y buscar otra alternativa para su localización.
Una especie de diario por colores y palabras claves para lograr clasificar la
información. El autor, un tal Ben Millar, afirmaba que la memoria no se pierde,
sino que las mueren son las neuronas, impidiendo abrir el código de
acceso a la memoria haciendo imposible abrir la puerta a los recuerdos.
Dicho método consiste en acceder por otra puerta, algo así como hacer un puente
neuronal para piratear el cerebro. No solo estaba orientado a las personas
enfermas, sino a cualquiera que quisiera reforzar los recuerdos más importantes
de su vida y poder clasificarlos.
El extenso
artículo iba acompañado de algunos ejemplos, como el de identificar los meses
del año.
A cada año y mes se le debía asignar un color usando para ello la gama
básica de colores. Como por ejemplo:
1. Blanco. Enero.
2. Amarillo. Febrero.
3. Naranja. Marzo.
4. Marrón. Abril.
5. Rojo. Mayo.
6. Rosa. Junio.
7. Violeta. Julio.
8. Azul. Agosto.
9. Añil. Septiembre
10. Verde. Octubre
11. Gris. Noviembre.
12. Negro. Diciembre
Con ello debía componerse un libro que contuviera los doce meses del
año con sus correspondientes días de manera que Enero tendría treinta y una
hojas blancas; febrero veintiocho amarillas; marzo treinta y una naranjas y así
sucesivamente hasta las treinta y una negras de diciembre.
El paciente debería escribir en cada página un breve resumen de lo
acontecido en ese día concreto. Resaltando los hechos más significativos y
escribiendo en el pequeño rectángulo del encabezado que presidía la página, habría
que determinar una palabra clave que resumiera el día o el momento más
relevante.
Como ejemplo, se señalaba la fecha del estreno de la película Matrix, en Estados unidos.
En este caso, el libro resultaría ser azul porque es del año nueve
(1999), el mes naranja por que fue en marzo y estaría escrita la última hoja de
dicho mes por que fue el día treinta y uno, por lo que debería resumirse de la
siguiente forma:
Encabezado: 31
Marzo. MATRIX
Comentarios:
Hoy he ido con mi amigo Mike a ver la película de Matrix al Stadium 4 Cinemas de Carson City. Me ha encantado. ¿Habrá segunda parte?
Despertó sobresaltado. - ¿Había sido un sueño? - Lo recordaba perfectamente. Aquella estantería y el libro naranja. Tenía treinta y tres años.
Poco a poco sus pupilas fueron adaptándose a la escasa luz de la habitación. Intentó levantarse pero no tenía fuerzas. Quiso llevarse las manos a la cabeza, pues notaba una compresión en la misma, como si de un vendaje se tratara, pero las ligaduras en sus muñecas lo impidieron. Una bolsa transparente goteaba suero a sus venas y dos más colgaban de reserva, mientras un pequeño monitor de transporte se encargaba de mostrar sus constantes vitales.
Desorientado y confundido, intentó zafarse de los cables que salían de sus dedos. Al conseguirlo, un fuerte pitido resonó en la habitación. – “Debe ser el monitor”. - pensó, mientras se abría la puerta de la habitación y la repentina luz le dejó sin visión.
- ¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? ¿Que me ha pasado? - gritó excitado desde
la cama a la silueta que con forma humana se iba distinguiendo y que avanzaba
hacia él.
- Tranquilo, - dijo amablemente el doctor Tandler - aún estás muy
débil.
- ¿Pero quién es usted? ¿Qué pasa?
- Estás en un hospital, te hemos operado y te encuentras en
proceso de reanimación.
- ¿De qué me han operado? – su vos denotaba desesperación - ¿Dónde está
mi familia? ¿Mi madre? ¿Sara? ¿No lo saben?
- Debes tranquilizarte. La operación ha sido un éxito. Poco a poco irás
recordando todo y muy pronto podrás levantarte por ti mismo. Ahora debes
descansar. Necesitas dormir.
No quería que se fuera. Necesitaba más explicaciones. Pero los párpados
se le cerraban mientras le embriagaba una espesa sensación de sueño. Volvió
a dormirse. De la estantería cogió el libro Amarillo de
la tercera balda. Lo miró fijamente. En la portada, y escrito a mano, se leía
"AYUDA".