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Capítulo 6

Aquel año el colegio Saint Paul´s estaba colapsado de estudiantes. El reciente terremoto ocurrido en Los Ángeles, había destruido parcialmente el California State University y sus más de trescientos estudiantes se habían repartido entre los colegios y universidades cercanas. 

Ben pasaba más desapercibido que de costumbre entre la marabunta de jóvenes educandos que inundaban el colegio. Dany y sus amigos se divertían mofándose de las caras nuevas que iban llegando. Desde aquel encuentro fortuito en el servicio no habían parado de burlarse de él. Su carácter introvertido y solitario y el aspecto un tanto desaliñado, le había convertido en el fácil blanco de sus bromas, a las que Ben solía responder con una total indiferencia. 

Uno de los profesores llegados de la destruida universidad, era el doctor Lin Zhou, que además de  profesor de Neurología era miembro del comité científico del Saint Vincent Medical Center en Los Ángeles.

Lin, nacido en la ciudad china de Tianjin, se había trasladado a Los Ángeles para desarrollar el proyecto internacional NAE, el cual  se incubó en el Instituto de Ciencias Biológicas de Shanghai.

Zhou y su equipo llevaron a cabo experimentos con tejidos cerebrales en cientos de ratones y cobayas, con el fin de estudiar las causas por las que, en ocasiones, no se producía intercambio bioquímico entre distintas células nerviosas que, sin embargo, aparentemente estaban vivas.

Tras meses de experimentos, habían concluido que la causa principal de la disfunción entre ellas era debido a la generación en el cerebro de una sustancia neurotransmisora llamada glutamato, y a que esas terminaciones nerviosas aparentemente desactivadas podían volver a ser útiles mediante determinadas estimulaciones eléctricas.

Por desgracia, el terremoto había destruido gran parte de las pruebas y debían comenzar casi de cero.

Pronto se dieron cuenta del potencial intelectual de Ben y le asignaron un programa escolar avanzado. El Sr. Jhonson se había convertido en su mentor, seguía con gran interés y dedicación los progresos de su pupilo, quien después de las clases,  se pasaba las horas muertas en la biblioteca devorando libros de medicina, jugando al Doom en el nuevo Pentium o escuchando a su grupo preferido, Nirvana, resurgido tras la muerte de Kurt Cobain ese mismo año.

Hasta la reconstrucción de la California State University, el doctor Lin solicitó al colegio la asignación de un espacio para proseguir con sus investigaciones y así compatibilizarlo con la docencia, con beneplácito del Sr. Jhonson que recomendó a Ben como ayudante en el proyecto, tras informar a Lin de las cualidades y posibilidades del chico.

La empatía entre ambos surgió desde el primer día. Al doctor Lin le impresionaba la capacidad de análisis, intuición y creatividad de Ben; bastaba con plantar a su grupo de alumnos cualquier idea para que profundizaran en la misma y era Ben el que  llegaba mucho más lejos en sus planteamientos que cualquier compañero. Tenía un don innato, veía mucho más allá, de intuir los procesos en su cerebro. A Ben aquel proyecto le había cautivado, investigaba por su cuenta y sorprendía constantemente al profesor con nuevas sugerencias. Además de profesor y alumno, se habían convertido en buenos amigos.

A partir de entonces, Ben compaginó sus estudios con la tarea de recopilar todos los datos y pruebas del proyecto NAE. Con su ayuda pudieron actualizarlo, recuperando datos perdidos con mayor rapidez, y desarrollar nuevas teorías que habían pasado desapercibidas hasta el momento.

Un año después, a la edad quince años, Ben consiguió una beca para jóvenes investigadores como miembro del International Movement for Science & Techonlogy en San Antonio (Texas), donde impresionó su ponencia sobre "La inteligencia artificial".

Ante un auditorio repleto de profesores, científicos, cazatalentos y algún que otro premio nobel, Ben, con gran aplomo y seguridad impropio de su edad, y dedicándose más tiempo a mirar directamente a sus espectadores que a leer sus propios papeles, cual orador experto, empezó a disertar: 

“Basándonos en que una neurona se diferencia de otras células por su capacidad de emitir señales eléctricas, y que estas son transmitidas de una neurona a otra asegurando la actividad funcional del cerebro, podríamos diseñar una “neurona artificial”, que mediante un dispositivo eléctrico fuera capaz de activarse y comenzase a interactuar con el resto. Para ello cada una de las neuronas ha de "entrenarse" e insertar en ella una serie de datos básicos que irá actualizando a medida que cambien los estímulos…

Este entrenamiento, repetido para todos los valores que se establezcan, origina una representación interna del objeto que considera todas las irregularidades y generalidades del mismo para después archivarlo.... Todo lo que vemos, oímos, sentimos, tocamos, olemos o incluso soñamos queda registrado en nuestro cerebro, se almacena y codifica, si encontramos la clave del registro, y aquí se permitió un efecto de oratoria, permaneciendo en silencio unos segundos y continuando: ¡Voilá!  Accedemos a la información. En ocasiones, nos encontramos con la información sin quererlo, un sonido, una imagen, un olor, pueden ser la clave de acceso a ese pensamiento que había permanecido oculto en nuestra memoria….Podemos acceder a todos los rincones de nuestra memoria, para ello, debemos estructurar y entrenar nuestro cerebro al igual que podemos planificar artificialmente un sistema...” 

Entre los más de doscientos invitados a la conferencia estaban el señor y la señora. Millar, que orgullosos y emocionados escuchaban con atención a su hijo. Pero algo preocupaba a la Sra. Millar, que sin entender demasiado la exposición de Ben, dejaba vagar sus pensamientos a las últimas noticias recibidas de Johnny, que no eran muy alentadoras.

Ben bajó del estrado entre el apasionado aplauso de los asistentes, buscó con la mirada a sus padres, quien compartían mesa con el profesor Lin, y se fundieron en un emotivo abrazo.

- ¿Qué tal he estado?, preguntó Ben.
- Muy bien cariño, todo el mundo nos ha felicitado, hablan maravillas de tí, - dijo Anne con ojos humedecidos.
- Estamos muy orgullosos, - apuntó con voz temblorosa el señor Millar.
- Genial,- suspiró el profesor, - ¡creo que conseguiremos la financiación! - entre los invitados estaban el senador y el doctor Paul Tandler, director del Hospital universitario John Hopkins.


Mientras el profesor Lin le explicaba a su padre los pormenores del proyecto de investigación, Ben le preguntó a su madre.


- ¿Sabes algo de Johnny?
- No hijo, no sé nada del él desde hace tiempo, - mintió.