Aquel año el
colegio Saint Paul´s estaba colapsado de estudiantes. El reciente terremoto
ocurrido en Los Ángeles, había destruido parcialmente el California State
University y sus más de trescientos estudiantes se habían repartido entre los
colegios y universidades cercanas.
Ben pasaba
más desapercibido que de costumbre entre la marabunta de jóvenes educandos que
inundaban el colegio. Dany y sus amigos se divertían mofándose de las caras
nuevas que iban llegando. Desde aquel encuentro fortuito en el servicio no
habían parado de burlarse de él. Su carácter introvertido y solitario y el
aspecto un tanto desaliñado, le había convertido en el fácil blanco de sus
bromas, a las que Ben solía responder con una total indiferencia.
Uno de los
profesores llegados de la destruida universidad, era el doctor Lin Zhou, que además
de profesor de Neurología era miembro
del comité científico del Saint Vincent Medical Center en Los Ángeles.
Lin, nacido
en la ciudad china de Tianjin, se había trasladado a Los Ángeles para
desarrollar el proyecto internacional NAE, el cual se incubó en el Instituto de Ciencias
Biológicas de Shanghai.
Zhou y su
equipo llevaron a cabo experimentos con tejidos cerebrales en cientos de
ratones y cobayas, con el fin de estudiar las causas por las que, en ocasiones,
no se producía intercambio bioquímico entre distintas células nerviosas que,
sin embargo, aparentemente estaban vivas.
Tras meses
de experimentos, habían concluido que la causa principal de la disfunción entre
ellas era debido a la generación en el cerebro de una sustancia
neurotransmisora llamada glutamato, y a que esas terminaciones nerviosas
aparentemente desactivadas podían volver a ser útiles mediante determinadas
estimulaciones eléctricas.
Por
desgracia, el terremoto había destruido gran parte de las pruebas y debían
comenzar casi de cero.
Pronto se
dieron cuenta del potencial intelectual de Ben y le asignaron un programa
escolar avanzado. El Sr. Jhonson se había convertido en su mentor, seguía con gran
interés y dedicación los progresos de su pupilo, quien después de las
clases, se pasaba las horas muertas en
la biblioteca devorando libros de medicina, jugando al Doom en el nuevo Pentium
o escuchando a su grupo preferido, Nirvana, resurgido tras la muerte de Kurt
Cobain ese mismo año.
Hasta la
reconstrucción de la California State University, el doctor Lin solicitó al
colegio la asignación de un espacio para proseguir con sus investigaciones y
así compatibilizarlo con la docencia, con beneplácito del Sr. Jhonson que
recomendó a Ben como ayudante en el proyecto, tras informar a Lin de las
cualidades y posibilidades del chico.
La empatía
entre ambos surgió desde el primer día. Al doctor Lin le impresionaba la
capacidad de análisis, intuición y creatividad de Ben; bastaba con plantar a su
grupo de alumnos cualquier idea para que profundizaran en la misma y era Ben el
que llegaba mucho más lejos en sus
planteamientos que cualquier compañero. Tenía un don innato, veía mucho más
allá, de intuir los procesos en su cerebro. A Ben aquel proyecto le había
cautivado, investigaba por su cuenta y sorprendía constantemente al profesor
con nuevas sugerencias. Además de profesor y alumno, se habían convertido en
buenos amigos.
A partir de
entonces, Ben compaginó sus estudios con la tarea de recopilar todos los datos
y pruebas del proyecto NAE. Con su
ayuda pudieron actualizarlo, recuperando datos perdidos con mayor rapidez, y
desarrollar nuevas teorías que habían pasado desapercibidas hasta el momento.
Un año
después, a la edad quince años, Ben consiguió una beca para jóvenes
investigadores como miembro del International Movement for Science &
Techonlogy en San Antonio (Texas), donde impresionó su ponencia sobre "La
inteligencia artificial".
Ante un
auditorio repleto de profesores, científicos, cazatalentos y algún que otro
premio nobel, Ben, con gran aplomo y seguridad impropio de su edad, y
dedicándose más tiempo a mirar directamente a sus espectadores que a leer sus
propios papeles, cual orador experto, empezó a disertar:
“Basándonos
en que una neurona se diferencia de otras células por su capacidad de emitir
señales eléctricas, y que estas son transmitidas de una neurona a otra
asegurando la actividad funcional del cerebro, podríamos diseñar una “neurona
artificial”, que mediante un dispositivo eléctrico fuera capaz de activarse y
comenzase a interactuar con el resto. Para ello cada una de las neuronas ha de
"entrenarse" e insertar en ella una serie de datos básicos que irá
actualizando a medida que cambien los estímulos…
Este
entrenamiento, repetido para todos los valores que se establezcan, origina una
representación interna del objeto que considera todas las irregularidades y
generalidades del mismo para después archivarlo.... Todo lo que vemos, oímos,
sentimos, tocamos, olemos o incluso soñamos queda registrado en nuestro
cerebro, se almacena y codifica, si encontramos la clave del registro, y aquí se
permitió un efecto de oratoria, permaneciendo en silencio unos segundos y
continuando: ¡Voilá! Accedemos a la
información. En ocasiones, nos encontramos con la información sin quererlo, un
sonido, una imagen, un olor, pueden ser la clave de acceso a ese pensamiento
que había permanecido oculto en nuestra memoria….Podemos acceder a todos los
rincones de nuestra memoria, para ello, debemos estructurar y entrenar nuestro
cerebro al igual que podemos planificar artificialmente un sistema...”
Entre los
más de doscientos invitados a la conferencia estaban el señor y la señora.
Millar, que orgullosos y emocionados escuchaban con atención a su hijo. Pero
algo preocupaba a la Sra. Millar, que sin entender demasiado la exposición de
Ben, dejaba vagar sus pensamientos a las últimas noticias recibidas de Johnny,
que no eran muy alentadoras.
Ben bajó del
estrado entre el apasionado aplauso de los asistentes, buscó con la mirada a
sus padres, quien compartían mesa con el profesor Lin, y se fundieron en un
emotivo abrazo.
- ¿Qué tal
he estado?, preguntó Ben.
- Muy bien
cariño, todo el mundo nos ha felicitado, hablan maravillas de tí, - dijo Anne
con ojos humedecidos.
- Estamos
muy orgullosos, - apuntó con voz temblorosa el señor Millar.
- Genial,-
suspiró el profesor, - ¡creo que conseguiremos la financiación! - entre los
invitados estaban el senador y el doctor Paul Tandler, director del Hospital
universitario John Hopkins.
Mientras el
profesor Lin le explicaba a su padre los pormenores del proyecto de
investigación, Ben le preguntó a su madre.
- ¿Sabes
algo de Johnny?
- No hijo,
no sé nada del él desde hace tiempo, - mintió.