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Capítulo 4


“¡Vaya calor! ¡Hasta los mismísimos estoy! Claro, que nadie me ha obligado. Pero este calor… ¡Y la luz! Menos mal que distraje las Ray-Ban a aquel primo este invierno, en Colorado. Aquello sí que era vida, todo el día esquiando, jugando con la moto de nieve y recogiendo algún capullo que se jodía la rodilla o la muñeca. Pero aquí… ¿Quién coño se va ahogar en esta puta playa? Si esto parece una reunión de leones marinos. ¡Míralos! Leones marinos sacados del geriátrico y desparramados por la arena, embadurnados de líquidos asquerosos y casi todos debajo de las sombrillas. Yo no sé por qué aterrizan en  la playa si no toman el sol. Lo más que les pueden dar es un pasmo o un ictus. Y para eso están los vigilantes de la playa.”

Johnny visualizó por unos segundos los excesivos pechos de Pamela Anderson desparramándose sobre su cara.  “Esos lo tienen bien montado, sí señor. En su chiringuito, con el aire acondicionado y cuando a algún carcamal le da un telele lo meten en la ambulancia y lo mandan al hospital. Y además se trajinan farlopa por el morro. Cogen la Zodiac y cuando te descuidas ¡zas! Paquete de costo de una planeadora. Yo lo que distribuyo yo. Claro que no me puedo arriesgar.  

Lo peor son las viejas. Creen que tienen su encanto y alguna que otra quiere ligar conmigo. ¡Qué asco! Bueno… hay alguna que… ¿Qué no me haré prostituto? Me quedan cincuenta días sentados en esta atalaya para otear a la manada (por si vienen las orcas, claro… Je, je… pero que chispa tengo) y por la noche a mamar y fumar en el chiringuito, por lo que me estoy gastando casi toda la pasta que me pagan.

El caso es que me podría tirar a algún higo seco de estos y sacarle algunas sabanitas extras al tema. ¿Y los viejos? Algún maricón sí que hay. Aquel de allí, por ejemplo. Bañador rojo de licra, apretadito, toalla roja Pierre Cardin, chanclas y gorra marinera del mismo color y además fuma Marlboro con boquillita. Mira que mono. Y las miradas que me echa de vez en cuando. ¿Estaría yo preparado para dejarme hacer por un setentón? Miami es un geriátrico. Bueno, he hecho cosas peores. Y las que me han hecho. ¿Estarán buscándome todavía? No creo, la pasma anda muy ocupada, sin medios y sin demasiadas ganas. Pero lo mío fue gordo. Aunque aquellos dos se lo ganaron a pulso. Y ella estaba buena, pero buena de verdad.

Los días siguientes estaba acojonado, la verdad. Cuando me enteré que al negro lo habían cazado me di por pringado. Pero cuando supe que lo apiolaron al hacer frente a la pasma, respiré hondo. Delio me ayudó a licuarme y me dio pasta y documentos. -¡Desaparece, Johnny! ¡Para siempre! - Nunca lo llegué a entender pero no era momento para andar con remilgos. Y me las pir, claro.. Me acojona el trullo. Y ahora tengo que parecer normal. Como si esto fuera normal. ¡Gilipollas! ¿Y Abigail? Me estará buscando también. Pero esa no cantará. Me conoce muy bien y no cantará. La conozco desde niña y ahora es mi darling pero me estoy cansando. A mi hermano y a mí  nos crió juntos su madre hasta que tuve doce años. Fue entonces cuando maté a mi padre, la enésima vez que salió del talego.

¡Cabronazo! ¡Ojala se esté friendo en el infierno! El primer día que vino a por mí me metió en una furgoneta y me llevó al camping, donde los Ramírez. Allí, sin comerlo ni beberlo me soltó dos hostias delante de toda la tribu. ¡Para que vayas aprendiendo lo que es la vida!, dijo. ¡Joputa! Al día siguiente me las piré, claro. Pero me cazaron y el hijo de puta me dio bien. Y a fondo. Y a Ben… ¿Qué será de Ben?
 
Tengo que arreglarme la vida de otra manera. No soy tonto. Bueno, no es que sea una lumbrera pero he llegado hasta aquí sin que me encalomen. Pero más pronto o más tarde me cogerán. Por cualquier chorrada, seguro. Tengo que irme fuera, lejos. A Europa. O a Australia, que hay canguros. Me caen bien los canguros. Siempre van corriendo y saltando de aquí para allá. Como yo. Australia debe ser un buen sitio. Pero allí conducen por la izquierda. Además, debería conseguir papeles nuevos, otra vez. Y trabajo no debe faltar allí. De lo que sea. ¿No estoy cuidando aquí de las morsas? ¿Habrá algo más triste que esto? Porque yo seré un pringado, pero si me pongo a currar, curro. Pues no he acarreado maíz en Carolina y vendimiado en California. No me ganaba nadie. El rabioso me decían. Y no sé porqué. Si hay que currar se curra. Si hay que beber se bebe y si hay que follar, pues se folla. El páter enrollado aquel me dijo una vez que, en la vida, no hay que tener muchas ideas, sino dos o tres, pero buenas. Y que si se ha de hacer algo, solo hay que hacer eso, pero bien.  

¿Y de donde saco yo pasta para irme a Australia? Tendré que dar un palo. ¡El último trabajo! Pero tendrá que ser algo importante. Y además hacerlo solo. Las joyas no interesan. Es un rollo el trapicheo y al final no te queda ni para el metro. Los bancos son peligrosos y por nada te sacan en el noticiero desde un helicóptero. Las gasolineras no dan ni para pipas y hay que hacerse un buen buga con GPS. Los híper… ¡Joder! ¡Cada vez nos lo ponen más complicado! Lo que da tela es la coca. Pero no puedes ir por libre. Unos u otros te rajan, seguro. Pero si doy un cambiazo rápido y me las piro a Australia el mismo día ¿quién me puede pillar? No creo que me localizaran y me siguieran hasta allí. 

Bueno, no sé. ¿Y allí, qué pasa? ¿Pero que quieren? Lo que yo decía. Otro infarto. Pues yo no me muevo. Que vayan a la posta sanitaria. ¡Ah, ya van los cruzados! ¡Hay que joderse mil veces! ¡Aquí no se ahoga nadie! Puta miseria…”