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Capítulo 12.



Las páginas eran blancas. El libro amarillo. Enero de 2012. Palabra clave: LUCHAR. 

Repasó mentalmente con las yemas de sus dedos el contorno de la encuadernación y sintió la melancolía del que adivina la cercanía de la parca, que, silenciosa, succionaba su vida en sorbos continuos. La enfermedad había avanzado tanto que apenas podía mantenerse en píe.
Prefería estar ausente. No quería luchar. Deseaba que la enfermedad le invadiera por completo y así dejar de sufrir. Sabía que era el fin.

Apenas podía hablar. Era su cumpleaños y lo habían sentado en una vieja silla de madera con anchos brazos en la que no podía mantener la cabeza erguida por sí mismo. Habían acudido todos. Sus padres, sus amigos, y como no, Sara. Le hablaban del futuro, de lo que harían cuando se recuperase. Se esforzaban por resultar convincentes, pero todos sabían que era su último aniversario.

En un momento dado los invitados los dejaron solos. A Sara y él.

Envuelto en papel amarillo le entregaba su regalo. Marc miraba fijamente al suelo sin ver.

-  Ya lo abro yo - le dijo Sara con voz alegre. Nunca se te ha dado bien desenvolver regalos. Te pones muy nervioso.
-  ¿Qué será?  - se dijo a sí misma.
- ¡Un viaje para dos personas a Los Ángeles!
- ¡Qué suerte! - dijo con asombro - ¿Tienes con quien ir?


Marc apenas pudo girar levemente la cabeza y hacer una pequeña mueca imperceptible, pero entre la luz mortecina de sus ojos se distinguió un brillo extraño.


- Si amor mío, - le dijo tiernamente Sara mientras sujetaba su cabeza por la barbilla - he hablado con el doctor Millar y le he convencido para que te opere. Está todo organizado y nos iremos la próxima semana. Claro que me ha pedido una cosa muy importante. Que vayas si aún te sientes con fuerzas para luchar. Tienes que decidirlo tú. Pero sé que aunque me mires de esa forma, eres un ganador ¿verdad? Y un valiente. Ambos lo somos. No van a poder con nosotros. La operación es arriesgada y no tenemos ninguna garantía, y de lograrlo, no sabemos en qué forma ni en qué grado podrá afectar a tu cerebro. Pero hay que levantar una barrera a la enfermedad y plantarle cara. ¡Y jugársela!, porque es nuestra última oportunidad. Tuya y mía ¿Estás de acuerdo? Y ahora mírame, amor mío. Contéstame: ¿Quieres luchar?

El silencio en el otro salón ocupado por sus amigos y familiares era ominoso. Sabían que ya no volverían a ver al afable Marc, al divertido Marc.

No se sentía con fuerzas. Estaba hundido. Incapaz de hablar ni mucho menos sonreír. No. No tenía ganas de luchar. Quería que todo acabase ya. Que su familia, amigos y sobre todo Sara, pudieran hacer una vida normal. No quería depender de nadie ni que nadie hipotecara su vida por él. Pero ni tan siquiera podía decidir esto. Atrás quedaban los años de lucha, de médicos, de hospitales, pero ya nada tenía sentido. Solo aquél artículo del Ben Millar le dio un rayo de esperanza. Durante meses intentó ponerse en contacto con él y cuando lo hizo, el profesor le explicó que no estaba aún probado en seres humanos y que las pruebas en animales no resultaban significativas. Era su última esperanza. ¿Cómo habría logrado convencerlo Sara?

Sintió una inmensa tristeza por ella. Dejó su trabajo como directora del departamento de marketing en una importante empresa internacional para cuidarle. Estaba malgastando su tiempo. Tan joven, tan guapa, tan llena de vida. Cientos de ilusiones compartidas. Recordó cuando la conoció en la Feria Internacional de Marketing en Barcelona, el año 2001. Acaba de crear su empresa, Men´s Marketing, y estaba ansioso por recibir información, tenía mucha ilusión en su proyecto aunque todavía no tenía ningún cliente.

Entró en la sala cuando ya había comenzado la ponencia. No había ningún sitio libre y se quedó de pié, al lado de la puerta. Se enamoró al instante. Tras aquella mesa había seis personas, de las que ella brillaba con luz propia. Sus profundos ojos negros se clavaron en los suyos y se sintió desnudo, confundido. Esta es la mujer de mi vida, pensó. Mientras ella explicaba con voz firme y segura los entresijos del análisis de la competencia, él pensaba si tendría pareja, si estaba casada. Ese era su propio análisis de la competencia.


El último día del congreso se celebraba un cóctel para todos los patrocinadores en el hotel Princesa Sofía. No había expuesto en la feria pues no se podía permitir el elevado coste de un stand,  pero se las había arreglado para conseguir un pase.


- ¿Sara Cárdenas? - le espetó esbozando su mejor sonrisa.
- Si, - contestó ella, volviéndose hacía él.
- Enhorabuena, me ha gustado mucho tu ponencia.
- Muchas gracias, - dijo sonrojándose levemente,
- Acabo de crear mi empresa...
- ¡Ah, sí….!
- Si, se llama Men´s marketing, especializada en el marketing para hombres… como su propio nombre indica.
- Muy interesante...
- Bueno, no tengo aún ningún cliente pero si mucha ilusión e ideas, algunos proyectos en marcha. Estoy empezando.
- Esa es la clave, una buena idea, mucha ilusión y sobre todo, mucho trabajo.
- Estaba pensando, sobre tu exposición acerca de la competencia, - dijo con una sonrisa de complicidad - y me gustaría hacerte una pregunta.
- Adelante, - dijo Sara amablemente.
- Me preguntaba si tendría alguna opción de invitarte a tomar una copa esta noche.
-  Eso sí que es marketing directo - le dijo divertida.
- No me ha dado tiempo a analizar la competencia, - sonrió aliviado.


Aquella noche hablaron durante horas, de trabajo, de proyectos, de su vida. Y acabaron atracando el mini bar de su habitación.


Lo que daría por volver a aquel hotel y dejar vía libre a su competencia. Se sentía culpable de haber arruinado su vida. Tenía que intentarlo. Por ella. Daría todo lo que fuera por hacerla feliz. Incluso ahora. Le ofrecería su propia vida.


La miró fijamente mientras unas lágrimas asomaban en sus ojos.


Sara supo que estaba dispuesto a luchar.