Le despertó una punzada de dolor. Aunque abrió los
ojos luz alguna alcanzó sus retinas.
En silencio esperó adaptarse a la
oscuridad sin saber qué hacer. No oía a nadie por lo que era evidente que
estaba solo, o al menos, nadie que él pudiera ver. Intentó mover los brazos
pero la orden que enviaba a su cerebro no obtenía respuesta, -¿Qué me ocurre? ¡No puedo moverme!- Repitió
la orden a sus las piernas con el mismo resultado. No las sentía sin embargo estaba
seguro de que estaban ahí. Tampoco podía mover la cabeza.
-Tengo que
relajarme -, pensó. Intentó
recordar. - ¿Porque estoy aquí?-
No sabía la respuesta. El mareo acentuaba su confusión. ¡Se sintió atado a la
cama! Recordó las camisetas amarillas del servicio de movilidad reducida del
Aeropuerto de Madrid. Esto le desorientó aún más. Camiseta amarilla. Un hombre
empujando una silla de ruedas por la terminal. -¿Era yo?- Pequeños fogonazos de imágenes llegaban a su cerebro
pero era incapaz de congelarlas. Un taxi amarillo. La entrada de un hospital.
Tenía que lograr organizar las imágenes y establecer la relación, pero la
cabeza estaba a punto de explotarle, como si una enorme losa de piedra le
aplastara la sien. No es que no pudiera pensar con claridad, es que no podía
pensar. No lograba conectar las imágenes, no había banco de recuerdos, solo
oscuridad
-¡Quizá esté soñando!, - pensó
sobresaltado.
Intentó mover la mano y recordó que su cuerpo no reaccionaba. La ansiedad
aumentaba. -¿Que me está pasando? ¿Cómo
averiguar si esto es un sueño? - Recordó que si caes por un precipicio en
una pesadilla sueles despertar. Se imaginó a si mismo corriendo hacia una sima
virtual, observándose desde fuera, pero no lograba identificar su cara. ¡No
sabía quién era! Esto le dejó perplejo.
-¿Quién soy? ¿Cómo me llamo? ¿Qué hago
aquí?
No lo
podía soportar, sentía que la cabeza se le iba y perdió la conciencia.
No sabía cuando tiempo había pasado. Se escuchaban voces. A través de sus
párpados notó una luz más intensa y sintió que todo su cuerpo era movido.
Entreabriendo los ojos vio como un techo de paneles blancos y pantallas
luminosas corría sobre él. Cuando dejo de sentir el movimiento cesaron las
voces. Podía ver el techo del lugar con el tenue reflejo de aquella luz. Este
era muy alto y no podía vislumbrar si había bombilla. La luz comenzó a moverse
y con ella las paredes tomaron presencia.
-¿Dónde estoy?
Forzando lo ojos pudo ver lo que parecía la esquina de
una estantería pero sin alcanzar a reconocer nada más. La luz se movía y por
momentos volvía la oscuridad.
Ahora le iluminaba a él.
No se podía ver pero notaba que estaba en una especie de camilla de hospital. Seguía
envuelto en silencio, pero de repente oyó una voz femenina que venía desde
atrás. Estaba impaciente. La figura se fue acercando y pudo distinguir unos
rasgos que no le resultaban familiares. El cuerpo se fue perfilando y pudo
verle la cara. Le sonreía. Sus facciones trasmitían ternura y emoción, pudo ver
unos sus ojos de color verde que le estaban mirando directamente y que parecían
querer decirle algo. Notó que se enrojecían y empapaban de lágrimas. La figura
se acercó lentamente, cogió su mano y le habló. Su voz sonaba tranquila, dulce,
cálida, pero no entendía nada.
-¿Quién eres? – Preguntó ansioso sin
escuchar su propia voz.
-¿Quién eres? – Volvió a preguntar, elevando
el tono y notando la inmovilidad de los músculos de su boca.
- Vale, ahora es cuando tengo que
despertarme. Todo es un sueño, - pensó.
Siguió con la mirada a la mujer que se movía delante de él. Podía oír algo pero
no lo entendía. Su lenguaje era muy extraño, no estaba seguro de que fuera un
idioma. Quizás estaba hablando con alguien. Seguía mirándole directamente a sus
ojos. Pudo ver como aparecía un pie humano al final de su cuerpo seguido de una
pierna. Pie y pierna oscilaban de abajo
a arriba, alternando. Debían ser suyos. No estaba seguro.
- Venga, despierta, este sueño no me está
gustando nada.- se dijo.
Se quedó observando aquellos movimientos de extremidades que surgían a los
lados de su cuerpo. Brazos y manos se movían delicadamente ayudados por aquella
mujer. - Voy a relajarme - pensó. La
cabeza le seguía doliendo pero podía soportarlo. Afloraron nuevas imágenes en
su cerebro, un haz de luces en movimiento. De nuevo el coche amarillo. Iba en
un vehículo. Quizá edificios. Supuso que se desplazaba en coche por alguna
ciudad.
De repente, aparecieron a su alrededor mas figuras humanas, dos varones. Uno
parecía oriental y el otro tenía un rostro con rasgos muy marcados, pero
inequívocamente caucásicos. Hablaban entre ellos, mostraban satisfacción y le
miraban y sonreían. Por sus blancas batas de hospital dedujo la posibilidad de
que fueran médicos.
- ¡Ya sé!, he tenido un accidente, - elucubró
- …y muy grave.
Detrás de su cama había una fila de monitores con mensajes extraños, cables,
goteros, bolsas de sangre y una máquina que parecía ser un respirador.
- Estoy conectado a máquinas, -
adivinó desesperado, - no puedo moverme,
no puedo hablar, no sé donde estoy ni quién son estas personas. Esto debe ser
un sueño, dentro de otro sueño. ¡Por dios¡ ¡Quiero despertar!
El doctor Paul Tandler sonreía mientras le examinaba con tranquilidad. Después
de una concienzuda exploración médica y comprobar que sus pupilas seguían la
luz de su linterna deseosas de expresarse, le dijo al Doctor Lin Zhou:
- Es el momento.
Rompió una hoja de color naranja de su pequeña libreta y escribió algo,
después, lentamente la agarró entre sus manos y se la puso delante de los ojos.
- HIELO-, leyó.
No salía de su estupor. - ¿Qué estaban
haciendo?- Se preguntaba -¿Qué
significa “Hielo”?, No reconocía esa palabra y sus ojos traducían un total
descontrol seguido de un claro interrogante dirigido a los del Doctor Paul que
le miraban con expectación.
- HIELO, HIELO, HIELO - se repetía en
su cabeza.
- No sé que pretenden, no entiendo nada.
De pronto pasó por su cabeza una imagen blanca, como cristal, pero no logró
retenerla, había visto algo pero no sabía que era y ni como volver a
recuperarlo. Se volvió a concentrar en HIELO.
Lo vio. Era una imagen blanca, un lago. Un lago helado, sintió frío. Ahora se
llenaban de imágenes su cabeza. Pudo ver altas montañas a lo lejos. La blanca
cumbre se sumergía en nubes algodonadas flotando bajo un cielo azul claro.
Parecía una postal. El lago, sobre su superficie helada y en tono gris, reflejaba
en imagen invertida los picos de aquellas misteriosas montañas. Sintió ganas de
patinar. Se imaginaba deslizándose sobre el lago contra el viento que enfriaba
sus mejillas, inspirando el olor del invierno a través de sus fosas nasales.
Abrió los brazos y comenzó a dar vueltas sobre sí mismo, sintiéndose en paz.
Era joven, fuerte, feliz y libre. De pronto oyó una voz que le gritaba:
- Marc, ¡está a punto de romperse!
Como un alfiler que atravesaba su cabeza desde la base del cráneo el dolor lo
inundó de nuevo. Era insoportable, y creyó tener las sienes aprisionadas por
dos enormes losas, comprimiéndole la cabeza. Gritó angustiado pero no pudo
oírse. Aquel grito sordo le producía aún más dolor. Creyó que era alguien el
que había gritado dentro de su cabeza. No podía lo podía sufrir más.
- ¡Ahhh! …. Me duele!,- gritó
desesperado.
Las tres figuras se volvieron al unísono y le miraron con gran emoción.
Esta vez sí oyó su voz y se desmayó.